–Hombre, Perseo, qué alegría verte por aquí… Camarero, pon dos jarras de
cerveza cuando puedas.
–¡Ulises, fecundo en recursos, qué tal!, pues nada, aquí, harto que
vengo de aguantar a Andrómeda, no sé para qué me desharía de la cabeza de
Gorgona, la podría haber convertido en…
–Ja, ja, ja… ¿qué le pasa? O mejor dicho, ¿qué le has hecho?, que te
conozco.
–Nada… Que he utilizado más de la cuenta el Casco de Hades para salir de
casa sin que me viera y lleva medio siglo sin hablarme… Que ahora que caigo, no
veas cómo pasa el tiempo, ¿no? Parece que fue ayer cuando ocurrió. ¿Y qué me
dices de ti? ¿Qué tal por Ítaca?
–Ni me hables, hasta el gorro de impuestos. Más me hubiera valido
quedarme vagando en el anchuroso ponto. Por eso he venido al Olimpo, a rogar
que me aplacen unos pagos. Y para colmo aún no he terminado con los juicios por
el tema de los pretendientes.
–¡Qué barbaridad!... Yo pensaba que ya había salido la sentencia. ¿No
alegaste defensa propia?
–Sí, pero los familiares alzaron recurso a Zeus y ya me ves… Hasta
arriba, quizá tenga que pagar algunas indemnizaciones. Penélope no da abasto
con el telar, menos mal que la pobre es apañada y saca algo para el gasto.
–¿Y el niño?
–¿Telémaco?, en el paro, por supuesto. El otro día vino aquí al lado a
sellar el carné.
–Bueno, dejémonos de penurias, este momento no nos lo quita nadie, bebiendo
una cerveza fría en esta barra, como en los viejos tiempos. Camarero, pon otras
dos…
–Deja, deja, que luego me mareo y…
–Anda, anda, déjate de excusas, que nos vemos cada cien o doscientos
años, joder… Esto se merece un brindis, ¿no?
–Ulises, Ulises… ¿Quieres que te recuerde dónde acabaste la última vez
que empinaste el codo?
–Oye, que lo del desvío hasta la Isla de Calipso fue por el viento.
–Sí, sí… por el viento… No sé cuántos bueyes le darías a Homero para que
escribiera eso, pero tú y yo sabemos que aquellos pellejos de vino en la
cóncava nave festejando el triunfo de la guerra no traerían nada bueno. Aunque
no sé si sería más un placer que una desgracia… Aquellos siete años junto a la
ninfa debieron ser de órdago, ¿no?
–Que quieres que te diga, de todo se cansa uno… Anda, levanta esa jarra y brindemos por nosotros
y por nuestra amistad.
–Eso está bien. Por cierto, mira quien viene por ahí con el bastón.
–¡Aquiles! Cuanto tiempo hombre, pero… ¿aún sigues liado con el talón?
–Y lo que me queda, vengo de la consulta de Esculapio y me ha dicho que
guarde reposo un par de centurias más,
que la infección fue muy grande.
–Pues lo mejor para eso es una cerveza fría, ¿no? Camarero, pon tres
jarras… Vaya, qué bueno encontraros en esta barra...
3 comentarios:
Ojú qué arte!!!excelente entrada como siempre!
–¡Aquiles! Cuanto tiempo hombre, pero… ¿aún sigues liado con el talón?
Jajajajaja.
Un abrazo, Antonio.
Gracias por los comentarios!!
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