jueves, 4 de noviembre de 2010

Ese puntito azul pálido


"La Tierra no es más que un pequeñísimo grano que forma parte de una vasta arena cósmica"


Carl Sagan.



Que no hace falta dar marcha atrás para recordar lo ocurrido en este planeta hace millones de años… No… Todo se intuye a la primera de cambio. Quizás en los principios, cuando estaba el magma dando por saco y salía a borbotones por los zaguanes de la recién creada tierra, sí se podía ver cómo estaban ensambladas las placas, esos pedruscos que no son más que piezas de un puzzle establecido en las profundidades y que de vez en cuando protesta, se estremece, se despereza… Ronronea como un gato gordo, quejándose de su picor y recordando su nacimiento…


Es curioso cómo tras un movimiento sísmico, un temporal o una leve variación de su temperatura corporal, algo que a la Tierra le pasa desapercibida, el vello se nos eriza y las lágrimas aparecen en nuestros ojos al pensar que los dioses están ahí, que siguen viviendo de forma latente en este guijarro ancestral que se sostiene en una cuerda de funambulista, sobre un cosmos enérgico que gira sin parar, que oscila en el negro e infinito universo como un vinilo en un desconocido gramófono destilando melodías que somos incapaces de oír.


Y vapuleadas por los vientos astrales, nuestras almas siguen su compás, siguen latiendo nuestros corazones al ritmo de este baile galáctico, y a veces ocurre que se aletarga ese enlace natural y vamos dejando de lado nuestra alerta, nuestra visión desde fuera tal como si fuéramos los ojos de un satélite que observa “ese puntito azul pálido” allá en el horizonte de otro planeta, desde un callejón de Neptuno, con la buena perspectiva de seis mil millones de kilómetros. Como decía Carl Sagan en su reflexión sobre el Voyager II, video que por cierto, les invito a ver y con el que uno se puede sentir algo más humilde al contemplar nuestro escenario desde el graderío.


Y todo lo divino que hay en nosotros se desmorona cuando intentamos buscar en un par de segundos de existencia que llevamos como especie una explicación a los cambios de clima o una ecuación que nos permita saber y predecir lo que sucederá como si aún anduviéramos por Delfos en busca del Oráculo de Apolo… ¿Qué ha cambiado entonces?


¡Ay!… Cuánta soberbia… Cuánta altanería en palabras de ciencia que a fin de cuentas son observadas por la naturaleza como la madre mira su niño que se cae una y otra vez…


Tener controlado el mundo es algo que siempre hemos querido… Buscar explicaciones… Controlar lo incontrolable, o al menos creérnoslo, nos hace sentir fuertes, aun a sabiendas que en este examen, siempre tendremos las de perder.


Es como jugar al escondite con alguien que sabes que acabará encontrándote.


Y cuando la tierra tiembla o el cielo se oscurece, aparece la mano del jugador, y el vello se pone de punta cuando te susurra al oído que te ha encontrado…



NOTA: (Pueden ver el video de Carl Sagan pinchando sobre el título de este artículo)