Disculpen, seguidores, si he tardado más de lo habitual en colgar un
nuevo artículo. He estado terminando la segunda parte de una trilogía en la que
me he sumergido con entusiasmo, intentando disfrutar cada golpe de tecla, que a
fin de cuentas es de lo que se trata. Ya tengo listos los borradores de los dos
primeros libros, dos partos más o menos. El tercero lo dejo para el próximo otoño.
Y es que el virus de la imaginación no tiene control.
Es el mejor escudo ante la maldad al que pueden asirse, presentando
frente a la batalla del horror, de la soledad o de las miles de trampas que uno
puede encontrar en esta jungla. Ya lo decía en un artículo anterior. La
sensación de crear un mundo paralelo al que vivimos, aunque sólo sea dentro de
nuestros cerebros, es fascinante, única, un fenómeno al que sacarle partido. No
paro de conocerme a mí mismo al ver las reacciones de los personajes que toman
vida, que reclaman su espacio filtrándose por mis poros, de rodar escenas como
si estuviera viviendo dentro y alrededor de mí los fotogramas de una película
que se está rodando en secreto y que algún día compartiré con el mundo que me
rodea.
Y es que hay lugares que invitan a ello, a soñar, como la de la foto de
arriba, Venecia, en la que el vello se me erizó al ver la Iglesia de San
Barnaba. Justo allí dentro había una
biblioteca enorme, y una X marcaba el lugar de entrada a unas galerías
subterráneas cuando Indiana Jones buscaba a su padre desaparecido junto a una
rubia malvada en su Última Cruzada, ¿lo recuerdan?
Escenas que te llevan a otro lugar, cuando uno era niño y creía que la
vida podía parecerse a una de aquellas películas o libros de aventura.
Al crecer la mente se hizo mi aliada, y no dejó que la maldad y el
horror de un mundo gobernado por el caos superase las murallas de la
imaginación y los sueños.
Por eso escribo sacando el espíritu aventurero de la niñez.
Por eso cuando viajo me gusta ir acompañado de los personajes que creo, que me
susurran al oído el lugar donde se ocultan, mostrándome que siempre, sea donde
sea, habrá una X que marque el lugar donde dejar los problemas y llamar a primera
fila a la caballería de la imaginación.
4 comentarios:
Me encanta. A mí me ocurre lo mismo, a veces me gusta escribir para evadirme de la realidad, crear mis propias historias, tal y como yo las querría vivir.
Sigue con ello que nos hace felices.
Un saludo.
Tina.
Muchas gracias, es un placer.
Mi X me llega dibujando y creando con colores que alegren y acompañen hermosos relatos como éste :)
Bonita entrada, Antonio. Yo también comparto con vosotros la pasión por crear. Puedo arriesgarme a decir que es lo que más me gusta en el mundo.
Un abrazo.
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