viernes, 27 de abril de 2012

Una X marca el lugar



   Disculpen, seguidores, si he tardado más de lo habitual en colgar un nuevo artículo. He estado terminando la segunda parte de una trilogía en la que me he sumergido con entusiasmo, intentando disfrutar cada golpe de tecla, que a fin de cuentas es de lo que se trata. Ya tengo listos los borradores de los dos primeros libros, dos partos más o menos. El tercero lo dejo para el próximo otoño.
   Y es que el virus de la imaginación no tiene control.
   Es el mejor escudo ante la maldad al que pueden asirse, presentando frente a la batalla del horror, de la soledad o de las miles de trampas que uno puede encontrar en esta jungla. Ya lo decía en un artículo anterior. La sensación de crear un mundo paralelo al que vivimos, aunque sólo sea dentro de nuestros cerebros, es fascinante, única, un fenómeno al que sacarle partido. No paro de conocerme a mí mismo al ver las reacciones de los personajes que toman vida, que reclaman su espacio filtrándose por mis poros, de rodar escenas como si estuviera viviendo dentro y alrededor de mí los fotogramas de una película que se está rodando en secreto y que algún día compartiré con el mundo que me rodea.
   Y es que hay lugares que invitan a ello, a soñar, como la de la foto de arriba, Venecia, en la que el vello se me erizó al ver la Iglesia de San Barnaba.  Justo allí dentro había una biblioteca enorme, y una X marcaba el lugar de entrada a unas galerías subterráneas cuando Indiana Jones buscaba a su padre desaparecido junto a una rubia malvada en su Última Cruzada, ¿lo recuerdan?
   Escenas que te llevan a otro lugar, cuando uno era niño y creía que la vida podía parecerse a una de aquellas películas o libros de aventura.
   Al crecer la mente se hizo mi aliada, y no dejó que la maldad y el horror de un mundo gobernado por el caos superase las murallas de la imaginación y los sueños.
   Por eso escribo sacando el espíritu aventurero de la niñez.
   Por eso cuando viajo me gusta ir acompañado de los personajes que creo,  que me susurran al oído el lugar donde se ocultan, mostrándome que siempre, sea donde sea, habrá una X que marque el lugar donde dejar los problemas y llamar a primera fila a la caballería de la imaginación.