jueves, 13 de junio de 2013

El Libro del Mundo






 
   Y era tanta la cultura de la que disponían y tan fácil el acceso a ella, que por eso la despreciaron.
 
   Y en un intento por analizar lo que ocurría, los grandes sabios del planeta se reunieron en la Isla Secreta de la Razón. De distintas disciplinas y culturas eran sus componentes, que sentados alrededor de una fogata bajo un manto de estrellas, culminaban una interesante conversación.
 
   - ¿Qué hacer cuando lo dado no se mantiene por puro rechazo? - dijo el más anciano, apesadumbrado su rostro de mil soles, curtida su piel que era la piel del tiempo.
 
    - Negarlo - afirmó alguien con rotundidad.
 
    - Borrarlo todo del mapa, dejarlos ciegos. Que se apañen sin el saber, que lo busquen, que lo ansíen, que lo deseen - sentenció otro sabio sin piedad.
 
   El anciano atizó un tronco crepitante que chispeó como una nebulosa imprecisa en mitad de la oscuridad. Luego sonrió cansado y tomó con sus manos el Libro del Mundo, sosteniéndolo sobre las llamas, dejándolo caer, impasible ante el legado que se retorcía en el fuego.
 
   - Es hora de empezar de nuevo - dijo al fin.
  
   Los allí presentes observaron pensativos la arena de la playa, sintieron la brisa fresca del mar, el sonido de la orilla anillada.
 
   También percibieron la angustia de unos pocos humanos que allende el mar veían asombrados cómo sus libros desaparecían de sus estantes y bibliotecas, ardiendo de forma enigmática.
  
   Otros muchos, millones de ellos, ni tan siquiera lo supieron hasta varios años después.