miércoles, 21 de diciembre de 2011

La Navidad y el Sol





Navidades…
Empecemos por el principio:
Hace mucho, muuuuucho tiempo, cuando aún andábamos batallando a espada y el Facebook se escribía en una tablilla de cera, los hombres rendíamos culto al sol. Ese era nuestro dios (imagínenlo así como introducción necesaria dado el protagonismo de este astro para este artículo, entre otros tantos motivos de necesario culto que ha tenido y tendrá nuestra inquieta especie y que llenarían sobremanera estas líneas). En concreto, incluso hubo un emperador romano llamado Aureliano que allá por el siglo III d.C. instauró como religión oficial el Sol Invicto, el sol invencible como factor común de culturas diferentes. Por cierto, ¿saben qué día nace ese sol al que se le adoraba? ¿Conocen un día llamado solsticio de invierno?...
Más.
Mucho antes de esta instauración de la navidad, ya existían fiestas en honor a la fecha en que el día comienza a ganarle tiempo a la noche, esto es, sencillamente, que empieza a haber más tiempo de luz. Les invito a que curioseen sobre las ancestrales Brumalia o las Saturnalia romanas precristianas. Exacto, se celebraban en torno a estas fechas. Fiestas paganas que fueron sustituidas, no sin esfuerzos, por las cristianas. Ojo. No digo que una sea mejor que otra. En este artículo no hay buenos ni malos… Sólo me gusta saber la verdad que subyace ante las imposiciones que una vez al año amartillan la mente, los sentimientos y el bolsillo de unos y que para otros son paradigma de felicidad, de emotivos encuentros afectivos. Ya saben: Vuelve, a casa vuelve, por navidad… Y tal…
Sí.
La navidad es una adaptación que se hizo en su día, (en el 336 aparece oficialmente la navidad en el calendario romano, once años después del Concilio de Nicea) hace mil setecientos años más o menos, en la que se asoció el nacimiento de Jesús de Nazaret (sin datar en la Biblia, por cierto) con la fecha del solsticio, el día en que “nace el dios sol”. Por otro lado una tradición judía afirma que los profetas son concebidos el mismo día que mueren, por eso, como se cree que Jesús murió un 25 de marzo, sería concebido en tal día y mes, naciendo nueve meses después: un 25 de diciembre.
Hoy.
Vísperas de navidad.
Cenas de empresa donde hay que aguantar, callar por no fastidiar (el que pueda) y cumplir. Comidas imposibles de digerir, vinos y dulces que disparan el azúcar y el colesterol. Compras… Compras. Compras. Más compras. Pagas extras tan volátiles como el éter. Gente abducida, gastando, atiborrando de regalos a niños que sólo ansían abrir tsunamis de regalos, desechándolos luego, frustrándose en ocasiones, arrojando al olvido en cuestión de minutos juegos que no habían deseado previamente; obsérvenlos. Campañas de donación de dinero para países pobres, para quitarnos de encima ese pequeño sentimiento de culpabilidad por darnos homenajes desmedidos, lavar remordimientos (el que los tenga). El resto del año que les den por saco y se busquen un trabajo.
Prefiero otras fechas más cálidas y alegres, pero quién soy yo para escoger…
Ahora les tengo que dejar.
Tengo que marearme comprando regalos imposibles y manjares de aparatosa digestión.
Sin embargo, veo la puesta de sol y le guiño un ojo.
A partir de hoy, susurro, la luz comienza a ganar terreno a la oscuridad.






 

viernes, 18 de noviembre de 2011

Sobre ánforas y neutrinos




"¿Qué es , pues, el tiempo? Sé bien lo que es, si no se me pregunta. Pero cuando quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Me atrevo a decir que sé con certeza que si nada pasara no habría tiempo pasado. Y si nada existiera, no habría tiempo presente"


Agustín de Hipona

Confesiones, XI, 14.




Gades, siglo I d.C.


  -Escucha, Publio, hazme el favor y lleva ese par de ánforas de aceite al barco, que está el jefe que trina contigo, todo el día igual dale que te pego al piquito y de doblar el lomo na de na…

 -Vale, hombre, vale, no te pongas así chiquillo que te vas a hacer viejo muy pronto con ese genio. Es que le estaba explicando aquí al amigo Cayo, lo avanzado que está todo, la ciudad como va, en fin, que nadie sabe a dónde seremos capaces de llegar algún día.

 -Tú no creo que llegues muy lejos si no te pones a currar ahora mismo.

 -Me refiero a todos, en conjunto, a la humanidad, a qué no será el hombre capaz de hacer. Por ejemplo, ¿te imaginas que algún día seamos capaces de volar como esos gorriones?

  -Pero no digas tonterías hombre.

  -O de ir a la Luna.

 -Hablas de ser un Dios y tocar a una diosa, eres muy osado.

 -¿Qué diosa?... eso es un pedazo piedra… Muy grande, pero eso es una piedra. Joder, dime tú sino lo parece.

 -Pues sí, lo parece, pero…

 -O que seamos capaces de hablar con alguien que esté en Barcino o en Roma, pero así, como estoy yo hablando contigo, ¿te imaginas?

 -¿Y eso cómo va a ser hombre?... Como te escuchen decir esas cosas te van a utilizar de cebo para los leones en el anfiteatro. Ahora coge esas ánforas si no quieres que te meta un latigazo que se te quiten las tonterías y chifladuras que tienes en esa cabeza… Entonces sí que vas a volar, pero de las zancadas que vas a dar…  ¡Ja!, menudo imbécil, un hombre volando… Qué tontería.

  -Pues sí, volando. Quién sabe, lo mismo hasta acaba nuestra civilización, me refiero al Imperio…

  -Ahí te has pasado… El Imperio acabarse…


Cádiz, siglo XXI d.C.


 -Escucha Manolo, llévate para la furgoneta esas dos garrafas de moscatel, anda, que hay mucho parao esperando trabajo para que tú te juegues tu puesto.

 -Ya voy, ya voy, don Ignacio, es que estaba terminando de leer una noticia del periódico que es un auténtico bastinazo… Esa de los neutrinos.

 -¿De los qué?

  -De los neutrinos, don Ignacio. Resulta que han descubierto unas partículas que pueden viajar más rápido que la velocidad de la luz, por lo que deja en clara desventaja las teorías de Einstein.

  -¿De quién?

 -De Einstein, don Ignacio. El caso es que este experimento abre el debate sobre los viajes a otras galaxias, ¿se imagina? Poder ir a planetas remotos sin cohetes, utilizando la materia que estamos descubriendo.

 -Viaje el que te voy a dar yo a ti como no lleves ya las dos garrafas de moscatel a la furgoneta… Un viaje de ida te voy a dar, pero a la cola del paro.

 -Voy, voy, el caso es que incluso hablan de viajar a través del tiempo… Es increíble don Ignacio. El tiempo como una dimensión más por la que transitar. Hay tantas incógnitas y sorpresas esperándonos delante de nuestras narices. Quién sabe dónde vamos a llegar en un futuro, hacia dónde se encamina la humanidad.

 -Tú por lo pronto a repartir ese vino… Anda, caminando, venga, venga… Viajar a través del tiempo, qué estupidez…

  -Pues yo sí me lo creo. Nada es lo que parece, todo avanza. Quizás algún día todo esto de Europa también se acabe y no sea más que historia.

  -Sí, acabarse Europa… Europa historia… Anda, anda, ya he escuchado suficientes tonterías…


martes, 25 de octubre de 2011

Por una sonrisa





"Podemos comprendernos unos a otros, pero sólo a

sí mismo puede interpretarse cada uno"

Demián

Hermann Hesse





   Ernesto sube al autobús y se coloca al fondo, sujetándose al pasamanos para no caer cuando arranca y toma la avenida.

    Unas paradas más adelante suben dos jóvenes y se sientan cerca suya. Cabeza de cresta y cordón de oro. No más de veinte años.  Le miran primero con indiferencia, más tarde con desprecio.

   -Mira- dice uno de ellos - Mira ese vistiéndose de payaso, tiene cojones la cosa.

   -Será uno de esos mimos que se ponen a pedir dinero.

   -Quizás sea un mendigo, ¿has visto cómo tiene de negras las uñas?... Qué asco.

   -Habrá estado buscando en algún contenedor de basura.

   -Mira, mira, hasta la peluca tiene el cabrón.

   -Sí, si... este es de los que no les gusta doblar el lomo y prefieren ir tirando con lo que recogen de limosna en una plazoleta.

   -Bah... ¿Y te has dado cuenta de su mirada? Tiene los ojos enrojecidos, seguro que va tibio de vino blanco.

   -Pues seguro... Que tengamos que aguantar esto en un transporte público... Por favor...


   Unas paradas más adelante, Ernesto se dispone a bajar del autobús, sintiendo una mirada de repulsa a la que responde con un buenas tardes. Sin embargo no ve la zancadilla y cae bruscamente hacia adelante, golpeándose la barbilla por la que comienza a borbotear un pequeño reguero de sangre. Se incorpora como puede y salta a la calle justo antes de que se cierren las puertas. Al girar el rostro observa dos carcajadas alejándose alzando el dedo corazón.

   Ernesto tapona como puede la sangre con un cleenex, limpiándose la herida en una fuente donde lava también sus manos, que no están sucias de buscar en contenedores, sino de trabajar durante doce horas en un taller. De la misma forma, se aclara los ojos, que no están enrojecidos de vino, sino de cambiar cientos de aceites en un foso.

   Ernesto, como cada día, sale a las siete del curro y toma a toda prisa el autobús dieciséis, ese que le deja justo en la puerta del Hospital donde colabora de forma voluntaria. Aún con la barbilla hinchada, saluda como cada tarde al vigilante que le sonríe, se coloca la peluca y la nariz de espuma y cruza  las puertas de la planta infantil donde una docena de niños esperan impacientes su llegada.

   Y es entonces, cuando observa la primera sonrisa infantil postrada en una cama, cuando deja de sentir dolor en el mentón, y en ese momento aleja de sí mismo la duda que por un momento le ha rondado. Y con cada gesto y burla, Ernesto hace que aquellos pequeños olviden el horror, la soledad, la maldad de una raza expuesta a mil peligros que les han rozado y que les acecharán cuando la edad adulta les lleve más allá de la línea de sombra de su niñez.

   Es entonces, cuando ellos sonríen, cuando aún cree que queda algo de esperanza.

   Es entonces, cuando uno de ellos roza con su manita la barbilla hinchada dándole un beso, cuando siente que aún no está todo perdido.






martes, 27 de septiembre de 2011

Esa pregunta




"Una vez satisfecha el hambre, surge la vanidad"

Miguel de Unamuno

Del sentimiento trágico de la vida.



   A la madre que ve partir a su hijo hacia la guerra.

   Al padre que ve cómo dejan en libertad al asesino de su hija.

   Al que acaba de descubrir que su pareja es infiel.

   Al barrendero que quita cada día las mismas cacas de perro de las calles.

   Al parado que escucha promesas políticas vacías.

   Al que insultaron desde pequeño por ser de otro color.

   A la madre que robaron su hijo al nacer.

  Al ciudadano temeroso de entrar en un banco, y al que sale estafado de él.

   Al inocente que espera en el corredor de la muerte.

   Al indigente al que prenden fuego.

   A cualquier víctima del terrorismo.

   A la mujer obligada a vender su cuerpo en una esquina.

   Al espectador que apaga una vez más el televisor aterrado.

   A la víctima inocente de un alcohólico al volante.

   A la mujer que esconde con su flequillo un rostro maltratado.

   Al niño minero que trabaja de sol a sol.




   No se haga a usted mismo esa pregunta que le ronda la mente.

   Hágasela usted a cualquiera de la personas que he nombrado.

   A cualquiera de ellos.




lunes, 22 de agosto de 2011

Júpiter y el cantaor




            Olvido: "Cesación de la memoria que se tenía"
                         "Cesación del afecto que se tenía"
                         "Descuido de algo que se debía tener presente"

                       Real Academia Española de la Lengua.



   -Hércules, qué pasa hijo... Cada día te encarnas en cuerpos más viejos , coño...

   -Hombre Júpiter, opaíto , pisha... ¿Qué tal?.. Qué razón tienes. Este envoltorio carnal es de un carnicero de aquí cerquita, del barrio de Santa María. Es que estuve unos años en el cuerpo de un chavalito joven pero no había forma de encontrar trabajo... La juventud está fatal.

   -Fatal no, peor.

   -Pues eso, mu malamente. Pero a ti no te veo yo muy mal, ja, ja, ja... Hoy de cantaor, ¿no?, hasta las mismas gafas de sol te has buscao, qué cabrón. Como te vean por La viña le da un infarto a más de uno...

   -Ja, ja, ja... Espero que no.  Qué, ¿pescando?

   -Pues ya ves, aquí en La Caleta cogiendo unas caballitas... ¿Cómo van las cosas por el Olimpo?

   -Hace tiempo que no voy por allí, me he cogido unos días de vacaciones. Me están sustituyendo la Juno y la Minerva, que por cierto tienen que estar de papeleo hasta arriba.

   -Dales recuerdos de mi parte cuando las veas. ¿Y por dónde has estado, entonces?

   -Italia, Croacia... Muchas playitas y mujeres guapas, ya sabes, qué te voy a contar, me lo he pasao de escándalo, aunque me ha indignado un poco ver una sucursal mía en Croacia... Herculito, pisha, que se te va esa caballa, cógela.

   -No me llames Herculito, que sabes que no me gusta, pero dime, ¿qué es lo que has visto?

   -Pues eso, una sucursal mía, un templo, el de Split, en Croacia.

   -¿El que está dentro del Palacio del Diocleciano?

   -Ese, ese... Pues no se ha convertido aquello en una feria... Venga mesas y bares y alcohol.. Muchísima gente, atestao aquello a más no poder, pero la mayoría pasa indiferente ante sus muros, ni un cartelito le han puesto.

   -Pues da gracias de que al menos siga en pie y rodeado de vida. Mira mi templo, el de la Isla de Sancti Petri, con la de gente que venía a sacrificar en mi honor y la fama que tenía... Ni una piedra dejaron.

   -Si lo sé, lo sé. Pero da rabia que no se muestre el más mínimo respeto.

   -¿Respeto? ja, ja, ja... En estos tiempos eso es un valor de minorías... Insisto en que lo más importante radica en que tu sucursal no se pierda en el olvido, que los mitos sigan vivos entre la gente.

   -Ya. Supongo que tendré que adaptarme.

  -Mira, mira... Mira qué lomos tiene esta caballa. ¿Quieres quedarte a comer? Yo le digo a mi mujer que eres un compañero de la mili o algo así, un primo del cantaor que se le parece mucho.

   -Venga vale... Voy a comprar un par de botellines en el kiosco, te voy a convidar, ahora vengo.

   -Vale pisha, pero podrías haber escogido otro cuerpo... Qué ocurrencias tienes... Mira que encarnarte en Camarón.

   -Pues lo mismo que el templo... Lo importante es que los mitos no se olviden, que sigan rodeados de vida, ¿no?...





lunes, 11 de julio de 2011

Romances de verano


"La teoría de la gravedad de Newton estaba basada en un modelo en el que los cuerpos se atraían entre sí con una fuerza proporcional al cuadrado de la distancia entre ellos"


Stephen W. Hawking


Historia del tiempo



   Ya vienen a verte.
   A camelarte.
   Y es normal, lógico, con lo bonita que te pones por estas fechas, tan dorada tu piel, atractivo tu aire, frescos tus besos.
  
   Y aunque se que es inevitable, los celos corroen mi alma al imaginar todos los que pasarán por tus brazos, a los que regalarás caricias y mimos embelesándolos como sólo tú sabes hacerlo.

   Y esa íntima relación solitaria con la que compartimos los inviernos se desvanecerá como cada verano, aún a sabiendas de que pocos corresponderán el cariño que les regalas; que la mayoría sólo querrá aprovecharse de tí, utilizarte para luego humillarte, disfrutar de tus encantos para más tarde olvidar tu calor.

  Sin embargo, no debes preocuparte...
  Yo estaré aquí para empapar tus lágrimas en los otoños de abandono y calmar las heridas provocadas por la prepotencia y la ignorancia de los que tan sólo ven en tí el efímero placer del momento, dejando sucio tu cuerpo y tu mirada.

   Ten calma...
   Que yo borraré de lágrimas las orillas de tus ojos.
   Que yo seguiré compartiendo contigo mis secretos con cada sol poniente y bailando al son de tus mareas.

   Por eso te pido que sonrías y, como cada año, tengas calma.

   Ten calma, playa...
   Ten calma.




jueves, 2 de junio de 2011

Maestros, va por ustedes...




"Lo triste es que no sólo nos habituamos a la ley de la gravedad conforme vamos haciéndonos mayores. Al mismo tiempo, nos habituamos al mundo tal y como es."

El mundo de Sofía

Jostein Gaarder




Parece que aún les estoy viendo…

Unos más gruñones que otros, todos entrañables.

Ciencias Naturales, Matemáticas, Lengua Española, Inglés… Maestros como la copa de un pino con toda su dureza y su ternura, con toda su seriedad y humor. Tuve la suerte de toparme con ellos allá por mi infancia, en el Colegio Los Molinos de Conil, hace unos veinte años.

No es que fueran genios o eruditos integrantes de herméticas clases elitistas, se trata, sencillamente, de que además de enseñar sus asignaturas, empleaban ese lenguaje nacido del respeto, la solidaridad y la tolerancia que todos dejamos ya grabado para siempre en nuestra memoria y nuestra conciencia, al mismo tiempo que nos dejábamos sorprender por los nuevos datos que nuestras ingenuas mentes de niñez comenzaban a asimilar, en esos años en los que la sociedad aún no nos había robado la capacidad de soñar.

Recuerdo a Don Emilio, vociferante en matemáticas, un hombre que me inculcó la curiosidad por los minerales y los fósiles que coleccionaba y que exponía en vitrinas por los pasillos del Colegio, como si paseásemos por un museo de Historia Natural, haciéndome sentir un auténtico Indiana Jones cada vez que salíamos a hacer aquellas excursiones a la vieja mina de azufre, germen quizás de mis posteriores inmersiones en la historia.

O Don Gaspar, de Lengua Española, con cuyos dictados tanto aprendí, garante del buen hablar y el acento correcto. Parece que le estoy viendo paseando en el patio durante el recreo, con un libro abierto perenne en sus manos, media sonrisa en la comisura de sus labios, proyectando la curiosidad sobre lo que allí se narraba entre las miradas de niños que le imitarían en un futuro.

Don Antonio, el de Ciencias Naturales, tan campechano, tan cercano… Don Federico, el de inglés, de marcada sonrisa al entrar en clase, al que dejé la mano casi sin circulación de tanto apretarla cuando me partí la ceja a los diez años en el recreo… Tú no tengas miedo, me decía mientras me daban los puntos… Tú aprieta mi mano… Creo que ya se nos fue. Lo imagino llegando allí arriba y gritándole a San Pedro una frase muy suya: ¡Open the windows, please!

Y a todos ellos les doy las gracias por haber inculcado en nosotros, no sólo la materia que les tocaba, sino lo mejor que había dentro de cada uno de ellos, lo que consideraron más importante para hacernos buenas personas. Les rindo este modesto homenaje quitándome el sombrero…  Maestros, va por ustedes…

Y quiero pensar que hoy día sigue siendo así.

Decirle a todos aquellos que se sientan cada día delante de treinta niños que cada palabra que salga por sus bocas contará, que cada gesto quedará grabado en la mente de muchos de ellos, que cada acción podrá abrir puertas en sus pequeñas mentes que absorben información a raudales para conformar su camino particular, que lo que hacen no es tan sólo una labor de instrucción reglada, sino algo más grande y bello en labor conjunta con los padres: la enseñanza.

Como les decía, quiero pensar que hoy sigue siendo así.

Y probablemente lo seguiré creyendo hasta que me levante del escritorio y me dé por encender el televisor.







lunes, 9 de mayo de 2011

La niña que llevaba un libro en el bolso



"Los zapatos plateados - dijo la bruja buena - tienen poderes maravillosos"

El mago de Oz


L. Frank Baum




Lleva siempre un libro en el bolso, o al menos, casi siempre.

Una de tantas coordenadas que, sin ella saberlo, van a ir condicionando la persona que lleva dentro, el ser humano que llegará a ser.


En efecto, cada una de esas páginas va a formar parte de las líneas de sombra que tendrá que cruzar, de las diferentes pruebas, exámenes, decisiones, contratiempos y millones de mares por los que tendrá que surcar.


En los tiempos que corren es difícil ver que un niño porta un libro; es más “normal” verlos absortos en videoconsolas portátiles o en los portales de nuevas redes sociales, opinando sobre gente que se parapeta tras un perfil quizás cierto, quizás no. Y es que cada vez nos alejamos más de nuestra condición natural para vernos reflejados en absurdos y etéreos avatares que nada tienen que ver con la realidad que nos circunda. Perdemos la capacidad de quedar fascinados por un amanecer o atardecer, acostumbrados a observar supuestos prodigios visuales en las pantallas de nuestros aparatos, a dejarnos seducir por las palabras de un libro clásico, porque la verborrea fácil y vulgar se adueña de las masas en todos los niveles de la sociedad, algo que está llegando a verse “normal” en los medios.



–“Hola, soy Íñigo Montoya, tú mataste a mi padre, disponte a morir… “

Y ante todo este caos, independencia, valentía… Carácter.

Ojo, no me confundan carácter con mal humor… “Conjunto de cualidades o circunstancias propias de una cosa, de una persona o de una colectividad, que las distingue, por su modo de ser u obrar, de las demás.” Así lo define la RAE y a eso es a lo que me refiero… Que las distingue de las demás. Alguien que a corta edad ya es capaz de salir de entre una turba de adultos sin cortarse un pelo a leer delante de un público sin que le tiemble la voz, o a tener la imaginación necesaria para inventar historias, a despuntar en el deporte o a hacer que a alguien se le salten las lágrimas al ver gestos de solidaridad que nosotros jamás fuimos capaces de realizar.


–“Hola, soy Íñigo Montoya, tú mataste a mi padre, disponte a morir…”


Y uno ve en esos detalles que quizás lleve impresa esa carga genética necesaria para formar parte de una humanidad en la que aún podamos creer, que lleva implícita en sus acciones la esperanza ansiada, de que no está todo perdido, que aún hay posibilidad de seguir navegando cuando el temporal ha destrozado la arboladura del navío y ya no sabemos hacia dónde orientar el poco velamen que nos queda.


Por eso animo a esa niña que lleva un libro en su bolso, que estudia y ve más allá de las letras y los números, que sin saberlo está conduciendo el barco a buen puerto, mucho mejor de lo que lo harían miles de adultos, observando atardeceres cuyo tejido ancestral remienda el posible daño que haya ejercido sobre ella el temporal de la realidad.


Hace poco la vi subir a un atril.


Y con la cabeza alta y sin atisbo alguno de azoramiento, entonó una cita de su libro preferido…


–“Hola, soy Íñigo Montoya, tú mataste a mi padre, disponte a morir…”





                 A Virginia.

jueves, 31 de marzo de 2011

Ladrones de energía



"Dale media oportunidad a cualquiera y te hará su esclavo, contándote las más espantosas mentiras"


La Costa de los Mosquitos


Paul Theroux


No.



No van por ahí los tiros…



No se trata de un artículo más sobre la crisis energética. Tranquilos que no les voy a invitar a circular a ciento diez ni a gastar menos luz. Este título no va sobre ese tipo de energía, sino que la idea surgió de una conversación con mi hermana pequeña sobre las personas que te hacen sentir bien y las que te colocan una nubecilla con truenos encima de la cabeza, como las de los dibujos animados.



¿Saben esa sensación de repentino malestar que se siente cuando, de repente, hablando en una reunión o con alguien que no es lo que se dice muy afín a nuestra personalidad y forma de interpretar el mundo que nos rodea, el estómago se nos va encogiendo un poco, la sudoración comienza a hacer su aparición y nos invaden ciertos brotes de violencia gastrointestinal contenida que ansía desperezarse a nuestro alrededor en forma de aspersor laríngeo?



Supongo que saben de qué les hablo. Y también imagino que habrán tenido, la mayoría de las veces, que guardar la compostura y el tirón por no herir sensibilidades o arrojar al fuego nuestro siempre valorado saber estar…



Y es que hay por ahí sueltos una manada de ladrones de energía que no cabe en el planeta… Sí, de nuestra energía, de esa misma chispa que hace que nos levantemos al despertarnos por las mañanas con una sonrisa dejando de lado la desgana, que nos roban poco a poco el ímpetu con el que algún día quisimos conquistar el mundo haciéndonos creer que ese mundo conspira contra nosotros… Ay… Qué cerca están y cuántas pieles de borreguitos se echan al lomo…



Los hay de todo tipo.



Desde los que salen periódicamente en los telediarios ensuciándonos el karma a más no poder, pasando por la prensa, la radio, las antenas orientadas hacia galaxias lejanas, el panadero con sus morbosos cotilleos, la vecina que raja de la del quinto, los trabajadores conspirando contra sus jefes, o, sencillamente, el típico amigo o amiga que se descarga llorando en tu hombro su desgraciada vida sentimental durante hora y cuarto y sólo descansa cuando ve que tienes el mismo careto de amargado que él… O ella… Y no me refiero al humano y lógico desahogo de una persona cercana, sino a esos que, de forma sistemática, asaltan nuestro interior sin miramiento ni interés alguno por nuestro estado, como si fuésemos un saco inanimado en el que descargar sus ansias.



En efecto...



Hay miles de personas a nuestro alrededor que se levantan cada día con la intención de buscar una víctima a la que quitarle esa sonrisa de la boca porque ellos son incapaces de mostrarla, de ensombrecer la luminosa mirada que podamos tener porque ellos jamás se han parado a contemplar la belleza de un amanecer, en resumen, de intentar arrastrarnos a su estado porque no soportan que una persona sienta esa felicidad que a ellos les falta... No… No dejen que nada ni nadie les borre gratuitamente esa sonrisa de su rostro.



Así que tenga usted cuidado la próxima vez que en mitad de una conversación comience a sentir un cosquilleo de malestar en el estómago o cierto grado de palpitación en la sien…



Relájese... Túmbese, aunque sea mentalmente, en la orilla de una playa edénica donde las olas le ayuden a limpiar toda es verborrea que intenta pegarse parásita en sus adentros...



Podría estar siendo la víctima de un auténtico ladrón de energía.



viernes, 11 de febrero de 2011

De mareas y dioses




"Grande y rica ciudad en tiempos pretéritos, ahora pobre, ahora pequeña, ahora abandonada, ahora un campo de ruinas"


Rufo Festo Avieno (Siglo IV d.C.)

Ora Maritima.


–Que no pisha, que no, que ese no es Poseidón, te lo digo yo...


Po yo te digo que sí, que yo entiendo de eso, cohone que parese mentira que no te fíe de tu compadre, con la de cosas que te he enseñao yo durante todos estos años.


–Si yo no digo que tú no sea un versao en diferentes materias, por no desí en casi toas las materias que se conosen, pero a lo que yo voy, lo que realmente te quiero hasé vé es que ese no es Poseidón… Ya pué tené to las coronas que quiera, que ese no es quien tú crees, que me los huelo de lejos.


–Pero si a ti no te quea ya ni nariz pa oler, qué vas a calarte tú…


–Un poco de respeto pisha, que aquí donde me ves, las mocitas se rendían de rodillas a mis pies en mis años mozos… Sí que es verdad que algo desmejorao sí que estoy, pero la culpa la tiene esta maldita humedad.


–Sí... tú ahora échale la culpa a la humedad y no a los años que tienes… Que tienes más años que el sol pisha.


–Po tú tiene por donde callar, que eres de mi quinta… Pero bueno, a lo que vamos, que ese de ahí ni se le acerca a Poseidón… Míralo, si parese un carajote con la sonrisa esa…


–Pero tiene la corona y las barbas…


–¿Y qué? ¿Cuándo te vas a dar por vencido de que nuestra época ya pasó?... Que ya no le hacemos falta a nadie cohone… Que la gente de hoy ya no piensa en dioses ni ná… Están tos empeñaos en querer tocar el Olimpo aquí en la tierra… Imagínate.


–¿Te acuerdas cuando estábamos en los altares de los templos?


–Joder Cronos, ya te vale, llevas cerca de tres mil años dándome la vara con tus historietas… En vez de tirarme a La Caleta tenían que haberme tirao al fondo del Océano, así no hubiera tenido que aguantarte tanto tiempo pisha… O ahí frente a la Punta el Boquerón, donde yo vivía, no aquí... Mira como la lista de Astarté se las apañó pa que la sacaran...


–Pero entonse no hubieras escuchao a los chavales cantar el flamenco ese que se lleva en este tiempo…Por cierto, ¿recuerdas cómo bailaban las puellae gaditane?


–Olvida esas épocas, ahora lo que se llevan son las chirigotas y las comparsas. Por cierto, para ser una estatua de piedra en el fondo del mar tienes mucha memoria.


–No te jode, pa eso soy Cronos, el dios del tiempo, ¿no? … No como tú, pisha, Herculito…


–No me llames Herculito por tu mare…


–¿Qué vas a hacer, pegarme?... Pero si no tenemos brazos.


–Tienes razón… Haber si un día de estos viene un buen temporal y las mareas me descoyuntan del todo… Daría lo que fuera por convertirme en arena de La Caleta de una vez...


–Pues mira, hablando de mareas… Las aguas se mueven y están trayendo a Poseidón hacia nosotros.


–Y dale… que ese no es Poseidón…


–Ahí viene, ahí viene… Bah… Una careta plástico… Debemos estar en Carnaval.


–Ya te lo he dicho Cronos, te lo he dicho miles de veces durante miles de años… Que ahí arriba, fuera del agua, las cosas tienen que haber cambiado mucho… Que ese esplendor y riqueza que conocimos ya quedaron atrás.


–No digas eso joder… Cádiz es la ciudad más importante de Occidente… Y lo seguirá siendo por mucho tiempo que pase.


–Ya... Suerte que te llamas Cronos y eres el dios del tiempo… Qué bonito si todo el mundo la recordara así…


domingo, 9 de enero de 2011

El reposo de Bernini



Jamás creí que esperaría eso de una piedra.

Que hablase, me refiero.

Me ocurrió en la Galería Borghese, en Roma, observando el Apolo y Dafne de Bernini, los dedos de la ninfa en plena metamorfosis hacia hojas de laurel que según los restauradores suenan como el cristal más fino, símbolo de emperadores y héroes, el rostro desencajado, estupefacto de Apolo al sentirse rechazado en el amor.

Un poco más adelante, sentí cierto escalofrío al observar a Eneas huyendo de Troya, llevando a lomos a su padre. Y la misma sensación de ingravidez bajo mis pies hizo acto de presencia. Esperaba que aquellos ojos en los que se resumía el horror de la guerra más mítica de la historia se girasen hacia mí y me susurrasen al oído secretos inmortales.

Plutón clavaba en otra sala sus dedos a Proserpina, hundiéndolos en la carne de sus piernas de mármol blanco como si aquel tejido estuviera sintiendo borbotones de sangre en su interior, las lágrimas brotando, el gesto lascivo del rey de los infiernos, la delicadeza detallista del autor barroco, el estremecimiento que tan sólo la contemplación de su obra produjo en mí tal como si en realidad estuviera observando a seres mitológicos que algún día respiraron y que hubiesen quedado atrapados en su eterno envoltorio de piedra tras observar los ojos de la Gorgona.

Mientras, David tensaba la honda mirando hacia Goliat, ajeno a los turistas que pasaban a su alrededor, como un atleta que se concentra entre el fragor del público, pendiente de su víctima, mordiéndose el labio en un gesto de esfuerzo, movimiento constante en sus miembros, boca abierta la mía y risa hacia mis adentros al percatarme de que esperaba el lanzamiento.

Y cómo no, más tarde ya, en Santa María de la Victoria, el orgasmo más famoso de la obra esculpida, el más alto grado de goce espiritual y, por qué no decirlo si todo el mundo lo piensa, también carnal, del Éxtasis de Santa Teresa, ante cuyos ojos entreabiertos me quedé sin las mismas palabras que se quedaron los observadores del siglo XVII… Imagínenselo.

Gian Lorenzo aparece por muchos rincones de Roma.

Y fue al observar el efecto visual de la columnata de la Plaza de San Pedro o la Fuente de los Cuatro Ríos cuando me dije que quería ver el tipo de sepulcro que semejante artista de letras mayúsculas se habría hecho construir para su reposo eterno, para albergar los restos de un mago que daba vida a la piedra, que hacía circular la sangre bajo la fría piel de mármol de sus esculturas.

Indagué…

Estaba en la Basílica Santa María la Mayor.

Y allí que fui, buscando grandes altares que albergaran engloriados aquellos restos, mirando con ojos abiertos qué vibrante grupo pétreo daría sepulcro al artista, seguro y creyente de que sería el mejor de sus proyectos… Quién sino iba disponer del mejor de sus trazos para toda la inmortalidad contemplada.

Y por más que busqué, mis ojos no hallaban prodigio alguno en el lugar que especificaba el libro guía que llevaba. Sin embargo, al acercarme, la ví.

Y mi cuerpo volvió a estremecerse.

Me quedé allí, sonriendo, observando el humilde escalón de apenas un metro con su nombre grabado en la escalerilla lateral de subida al altar, "La noble familia Bernini en este lugar, espera la Resurrección"… ¡Un simple escalón era su tumba!

Curiosa aquella sensación.

Y caminando luego a orillas del Tíber llegué a la conclusión de que aquel hombre me había impresionado tanto por sus casi parlantes mármoles como por la sencilla losa que utilizó como mausoleo para descansar por siempre en los brazos del tiempo.