Estoy de vuelta.
Y la calma reina
en las comisuras de mis ojos hastiados de olas, de resplandores, de versos de
levante a poniente.
Como en todo
viaje uno llega cansado, deja la maleta a medio deshacer y busca indicios del
pasado en el que vivía antes de partir, rumbos seguros. Descansa y duerme, se
sumerge en la rutina e intenta despertar cada mañana con esa sensación de
satisfacción de que pudo hacerlo, de que abarcó el horizonte que se marcó.
Es entonces
cuando se cae en la cuenta, días más tarde, de que la maleta aún sigue sin
deshacer.
Y en ese momento
te preguntas, con cierto vértigo, si deberías vaciarla del todo o volverla a
llenar para partir hacia un nuevo horizonte, un nuevo proyecto.
De vuelta al
camino… de vuelta.