miércoles, 8 de abril de 2015

El oro del pirata

 
 





Salía del agua y volvía a hundirse, lavando la superficie salada su mentón y su boca, llenando de resplandores la mirada de espanto de aquel hombre.
 
Se negaba a hacerlo.
 
El pesado lastre de sus bolsillos le hacía hundirse sin remedio, haciendo que su vida se le escapara por cada poro de su cuerpo, sintiendo frío, rabia y odio por la situación que estaba viviendo.
 
Se negaba a vaciarlos.
 
Después de que la santabárbara estallara, pocos habían sido los supervivientes, náufragos en mitad del piélago tras el último abordaje. Se había jugado la vida en ello y en el último momento llenaba sus bolsillos de oro, colmaba el zurrón de metal amarillo hasta estar seguro de tener suficiente como para vivir dos vidas por todo lo alto.
 
Tragó otro buche de agua.
 
Volvió a hundirse... no... No iba a dejar aquel botín. Se lo había ganado arriesgando su vida, cercenando gaznates ajenos de mercaderes ilusos... No... Iba a nadar hasta alcanzar el resto del bauprés que flotaba y luego patalearía hasta la costa cercana que se divisaba allá por barlovento.
 
El peso del zurrón hundió de nuevo su torso, y la cresta de una ola tapó su boca y su cabeza.
 
Apenas le quedaban fuerzas para llegar a la madera.
 
Sabía que si soltaba el oro podría tener posibilidades de vivir... Pero ese oro le pertenecía.
 
Pensaba en eso mientras descendía hacia las profundidades, arrastrado por un botín que jamás nadie iba a arrebatarle, imaginando la fabulosa vida que hubiera tenido de haber llegado al bauprés.
 
 
 
 


1 comentario:

Anónimo dijo...

Si lo adaptamos a nuestra época, el título sería "El oro del político"