miércoles, 21 de diciembre de 2011
La Navidad y el Sol
viernes, 18 de noviembre de 2011
Sobre ánforas y neutrinos
martes, 25 de octubre de 2011
Por una sonrisa
martes, 27 de septiembre de 2011
Esa pregunta
lunes, 22 de agosto de 2011
Júpiter y el cantaor
lunes, 11 de julio de 2011
Romances de verano
jueves, 2 de junio de 2011
Maestros, va por ustedes...
lunes, 9 de mayo de 2011
La niña que llevaba un libro en el bolso
jueves, 31 de marzo de 2011
Ladrones de energía

No.
No van por ahí los tiros…
No se trata de un artículo más sobre la crisis energética. Tranquilos que no les voy a invitar a circular a ciento diez ni a gastar menos luz. Este título no va sobre ese tipo de energía, sino que la idea surgió de una conversación con mi hermana pequeña sobre las personas que te hacen sentir bien y las que te colocan una nubecilla con truenos encima de la cabeza, como las de los dibujos animados.
¿Saben esa sensación de repentino malestar que se siente cuando, de repente, hablando en una reunión o con alguien que no es lo que se dice muy afín a nuestra personalidad y forma de interpretar el mundo que nos rodea, el estómago se nos va encogiendo un poco, la sudoración comienza a hacer su aparición y nos invaden ciertos brotes de violencia gastrointestinal contenida que ansía desperezarse a nuestro alrededor en forma de aspersor laríngeo?
Supongo que saben de qué les hablo. Y también imagino que habrán tenido, la mayoría de las veces, que guardar la compostura y el tirón por no herir sensibilidades o arrojar al fuego nuestro siempre valorado saber estar…
Y es que hay por ahí sueltos una manada de ladrones de energía que no cabe en el planeta… Sí, de nuestra energía, de esa misma chispa que hace que nos levantemos al despertarnos por las mañanas con una sonrisa dejando de lado la desgana, que nos roban poco a poco el ímpetu con el que algún día quisimos conquistar el mundo haciéndonos creer que ese mundo conspira contra nosotros… Ay… Qué cerca están y cuántas pieles de borreguitos se echan al lomo…
Los hay de todo tipo.
Desde los que salen periódicamente en los telediarios ensuciándonos el karma a más no poder, pasando por la prensa, la radio, las antenas orientadas hacia galaxias lejanas, el panadero con sus morbosos cotilleos, la vecina que raja de la del quinto, los trabajadores conspirando contra sus jefes, o, sencillamente, el típico amigo o amiga que se descarga llorando en tu hombro su desgraciada vida sentimental durante hora y cuarto y sólo descansa cuando ve que tienes el mismo careto de amargado que él… O ella… Y no me refiero al humano y lógico desahogo de una persona cercana, sino a esos que, de forma sistemática, asaltan nuestro interior sin miramiento ni interés alguno por nuestro estado, como si fuésemos un saco inanimado en el que descargar sus ansias.
En efecto...
Hay miles de personas a nuestro alrededor que se levantan cada día con la intención de buscar una víctima a la que quitarle esa sonrisa de la boca porque ellos son incapaces de mostrarla, de ensombrecer la luminosa mirada que podamos tener porque ellos jamás se han parado a contemplar la belleza de un amanecer, en resumen, de intentar arrastrarnos a su estado porque no soportan que una persona sienta esa felicidad que a ellos les falta... No… No dejen que nada ni nadie les borre gratuitamente esa sonrisa de su rostro.
Así que tenga usted cuidado la próxima vez que en mitad de una conversación comience a sentir un cosquilleo de malestar en el estómago o cierto grado de palpitación en la sien…
Podría estar siendo la víctima de un auténtico ladrón de energía.
viernes, 11 de febrero de 2011
De mareas y dioses
Rufo Festo Avieno (Siglo IV d.C.)
Ora Maritima.
–Que no pisha, que no, que ese no es Poseidón, te lo digo yo...
–Po yo te digo que sí, que yo entiendo de eso, cohone que parese mentira que no te fíe de tu compadre, con la de cosas que te he enseñao yo durante todos estos años.
–Si yo no digo que tú no sea un versao en diferentes materias, por no desí en casi toas las materias que se conosen, pero a lo que yo voy, lo que realmente te quiero hasé vé es que ese no es Poseidón… Ya pué tené to las coronas que quiera, que ese no es quien tú crees, que me los huelo de lejos.
–Pero si a ti no te quea ya ni nariz pa oler, qué vas a calarte tú…
–Un poco de respeto pisha, que aquí donde me ves, las mocitas se rendían de rodillas a mis pies en mis años mozos… Sí que es verdad que algo desmejorao sí que estoy, pero la culpa la tiene esta maldita humedad.
–Sí... tú ahora échale la culpa a la humedad y no a los años que tienes… Que tienes más años que el sol pisha.
–Po tú tiene por donde callar, que eres de mi quinta… Pero bueno, a lo que vamos, que ese de ahí ni se le acerca a Poseidón… Míralo, si parese un carajote con la sonrisa esa…
–Pero tiene la corona y las barbas…
–¿Y qué? ¿Cuándo te vas a dar por vencido de que nuestra época ya pasó?... Que ya no le hacemos falta a nadie cohone… Que la gente de hoy ya no piensa en dioses ni ná… Están tos empeñaos en querer tocar el Olimpo aquí en la tierra… Imagínate.
–¿Te acuerdas cuando estábamos en los altares de los templos?
–Joder Cronos, ya te vale, llevas cerca de tres mil años dándome la vara con tus historietas… En vez de tirarme a La Caleta tenían que haberme tirao al fondo del Océano, así no hubiera tenido que aguantarte tanto tiempo pisha… O ahí frente a la Punta el Boquerón, donde yo vivía, no aquí... Mira como la lista de Astarté se las apañó pa que la sacaran...
–Pero entonse no hubieras escuchao a los chavales cantar el flamenco ese que se lleva en este tiempo…Por cierto, ¿recuerdas cómo bailaban las puellae gaditane?
–Olvida esas épocas, ahora lo que se llevan son las chirigotas y las comparsas. Por cierto, para ser una estatua de piedra en el fondo del mar tienes mucha memoria.
–No te jode, pa eso soy Cronos, el dios del tiempo, ¿no? … No como tú, pisha, Herculito…
–No me llames Herculito por tu mare…
–¿Qué vas a hacer, pegarme?... Pero si no tenemos brazos.
–Tienes razón… Haber si un día de estos viene un buen temporal y las mareas me descoyuntan del todo… Daría lo que fuera por convertirme en arena de La Caleta de una vez...
–Pues mira, hablando de mareas… Las aguas se mueven y están trayendo a Poseidón hacia nosotros.
–Y dale… que ese no es Poseidón…
–Ahí viene, ahí viene… Bah… Una careta plástico… Debemos estar en Carnaval.
–Ya te lo he dicho Cronos, te lo he dicho miles de veces durante miles de años… Que ahí arriba, fuera del agua, las cosas tienen que haber cambiado mucho… Que ese esplendor y riqueza que conocimos ya quedaron atrás.
–No digas eso joder… Cádiz es la ciudad más importante de Occidente… Y lo seguirá siendo por mucho tiempo que pase.
–Ya... Suerte que te llamas Cronos y eres el dios del tiempo… Qué bonito si todo el mundo la recordara así…
domingo, 9 de enero de 2011
El reposo de Bernini

Jamás creí que esperaría eso de una piedra.
Que hablase, me refiero.
Me ocurrió en la Galería Borghese, en Roma, observando el Apolo y Dafne de Bernini, los dedos de la ninfa en plena metamorfosis hacia hojas de laurel que según los restauradores suenan como el cristal más fino, símbolo de emperadores y héroes, el rostro desencajado, estupefacto de Apolo al sentirse rechazado en el amor.
Un poco más adelante, sentí cierto escalofrío al observar a Eneas huyendo de Troya, llevando a lomos a su padre. Y la misma sensación de ingravidez bajo mis pies hizo acto de presencia. Esperaba que aquellos ojos en los que se resumía el horror de la guerra más mítica de la historia se girasen hacia mí y me susurrasen al oído secretos inmortales.
Plutón clavaba en otra sala sus dedos a Proserpina, hundiéndolos en la carne de sus piernas de mármol blanco como si aquel tejido estuviera sintiendo borbotones de sangre en su interior, las lágrimas brotando, el gesto lascivo del rey de los infiernos, la delicadeza detallista del autor barroco, el estremecimiento que tan sólo la contemplación de su obra produjo en mí tal como si en realidad estuviera observando a seres mitológicos que algún día respiraron y que hubiesen quedado atrapados en su eterno envoltorio de piedra tras observar los ojos de la Gorgona.
Mientras, David tensaba la honda mirando hacia Goliat, ajeno a los turistas que pasaban a su alrededor, como un atleta que se concentra entre el fragor del público, pendiente de su víctima, mordiéndose el labio en un gesto de esfuerzo, movimiento constante en sus miembros, boca abierta la mía y risa hacia mis adentros al percatarme de que esperaba el lanzamiento.
Y cómo no, más tarde ya, en Santa María de la Victoria, el orgasmo más famoso de la obra esculpida, el más alto grado de goce espiritual y, por qué no decirlo si todo el mundo lo piensa, también carnal, del Éxtasis de Santa Teresa, ante cuyos ojos entreabiertos me quedé sin las mismas palabras que se quedaron los observadores del siglo XVII… Imagínenselo.
Gian Lorenzo aparece por muchos rincones de Roma.
Y fue al observar el efecto visual de la columnata de la Plaza de San Pedro o la Fuente de los Cuatro Ríos cuando me dije que quería ver el tipo de sepulcro que semejante artista de letras mayúsculas se habría hecho construir para su reposo eterno, para albergar los restos de un mago que daba vida a la piedra, que hacía circular la sangre bajo la fría piel de mármol de sus esculturas.
Indagué…
Estaba en la Basílica Santa María la Mayor.
Y allí que fui, buscando grandes altares que albergaran engloriados aquellos restos, mirando con ojos abiertos qué vibrante grupo pétreo daría sepulcro al artista, seguro y creyente de que sería el mejor de sus proyectos… Quién sino iba disponer del mejor de sus trazos para toda la inmortalidad contemplada.
Y por más que busqué, mis ojos no hallaban prodigio alguno en el lugar que especificaba el libro guía que llevaba. Sin embargo, al acercarme, la ví.
Y mi cuerpo volvió a estremecerse.
Me quedé allí, sonriendo, observando el humilde escalón de apenas un metro con su nombre grabado en la escalerilla lateral de subida al altar, "La noble familia Bernini en este lugar, espera la Resurrección"… ¡Un simple escalón era su tumba!
Curiosa aquella sensación.
Y caminando luego a orillas del Tíber llegué a la conclusión de que aquel hombre me había impresionado tanto por sus casi parlantes mármoles como por la sencilla losa que utilizó como mausoleo para descansar por siempre en los brazos del tiempo.