jueves, 31 de marzo de 2011

Ladrones de energía



"Dale media oportunidad a cualquiera y te hará su esclavo, contándote las más espantosas mentiras"


La Costa de los Mosquitos


Paul Theroux


No.



No van por ahí los tiros…



No se trata de un artículo más sobre la crisis energética. Tranquilos que no les voy a invitar a circular a ciento diez ni a gastar menos luz. Este título no va sobre ese tipo de energía, sino que la idea surgió de una conversación con mi hermana pequeña sobre las personas que te hacen sentir bien y las que te colocan una nubecilla con truenos encima de la cabeza, como las de los dibujos animados.



¿Saben esa sensación de repentino malestar que se siente cuando, de repente, hablando en una reunión o con alguien que no es lo que se dice muy afín a nuestra personalidad y forma de interpretar el mundo que nos rodea, el estómago se nos va encogiendo un poco, la sudoración comienza a hacer su aparición y nos invaden ciertos brotes de violencia gastrointestinal contenida que ansía desperezarse a nuestro alrededor en forma de aspersor laríngeo?



Supongo que saben de qué les hablo. Y también imagino que habrán tenido, la mayoría de las veces, que guardar la compostura y el tirón por no herir sensibilidades o arrojar al fuego nuestro siempre valorado saber estar…



Y es que hay por ahí sueltos una manada de ladrones de energía que no cabe en el planeta… Sí, de nuestra energía, de esa misma chispa que hace que nos levantemos al despertarnos por las mañanas con una sonrisa dejando de lado la desgana, que nos roban poco a poco el ímpetu con el que algún día quisimos conquistar el mundo haciéndonos creer que ese mundo conspira contra nosotros… Ay… Qué cerca están y cuántas pieles de borreguitos se echan al lomo…



Los hay de todo tipo.



Desde los que salen periódicamente en los telediarios ensuciándonos el karma a más no poder, pasando por la prensa, la radio, las antenas orientadas hacia galaxias lejanas, el panadero con sus morbosos cotilleos, la vecina que raja de la del quinto, los trabajadores conspirando contra sus jefes, o, sencillamente, el típico amigo o amiga que se descarga llorando en tu hombro su desgraciada vida sentimental durante hora y cuarto y sólo descansa cuando ve que tienes el mismo careto de amargado que él… O ella… Y no me refiero al humano y lógico desahogo de una persona cercana, sino a esos que, de forma sistemática, asaltan nuestro interior sin miramiento ni interés alguno por nuestro estado, como si fuésemos un saco inanimado en el que descargar sus ansias.



En efecto...



Hay miles de personas a nuestro alrededor que se levantan cada día con la intención de buscar una víctima a la que quitarle esa sonrisa de la boca porque ellos son incapaces de mostrarla, de ensombrecer la luminosa mirada que podamos tener porque ellos jamás se han parado a contemplar la belleza de un amanecer, en resumen, de intentar arrastrarnos a su estado porque no soportan que una persona sienta esa felicidad que a ellos les falta... No… No dejen que nada ni nadie les borre gratuitamente esa sonrisa de su rostro.



Así que tenga usted cuidado la próxima vez que en mitad de una conversación comience a sentir un cosquilleo de malestar en el estómago o cierto grado de palpitación en la sien…



Relájese... Túmbese, aunque sea mentalmente, en la orilla de una playa edénica donde las olas le ayuden a limpiar toda es verborrea que intenta pegarse parásita en sus adentros...



Podría estar siendo la víctima de un auténtico ladrón de energía.